Dan
Olweus descubre la existencia de varios tipos de agresores: los “típicos que se
distinguen por su belicosidad con sus compañeros y en ocasiones con los
profesores y adultos. Suelen caracterizarse por la impulsividad y una imperiosa
necesidad de dominar a otros. Pueden ser ansiosos e inseguros. Estos agresores
sienten la necesidad del poder y del dominio, parece que disfrutan cuando
tienen el control y necesitan dominar a los demás” (Olweus, 1998, pp. 52-54).
Puede
decirse que los acosadores utilizan distintas formas como los apodos, mofas,
insultos y habladurías (Monclús & Saban, 2006, p. 24), que generan intimidación,
exclusión y en ocasiones serios problemas psicológicos y sociales que provocan
dificultades en la convivencia y en la adaptación social.
Puede afirmarse entonces que “se produce la
situación de desigualdad entre el acosador y la víctima, debido generalmente a
que el acosador suele estar apoyado de un grupo que sigue la conducta violenta,
mientras que la principal característica de la víctima es que está indefensa,
no puede salir por sí misma de la situación de acoso” (Díaz-Aguado, 2006, p.
17). Los espectadores. Sobre los espectadores, Dan Olweus indica que a los
estudiantes que no participan en las intimidaciones y que generalmente no toman
la iniciativa, se les denomina “agresores pasivos, seguidores o secuaces”
(Olweus, 1998, p. 53). Lo anterior interroga de manera imperativa a las
investigaciones realizadas que han puesto su mayor énfasis en los agresores y
las víctimas, y han dejado de lado a este actor que no en todos los casos puede
ser tildado de “cómplice”, dado que de la pasividad no se puede inferir una
actitud de apoyo al agresor. Cabe entonces preguntarse qué sentido les otorgan
estos estudiantes tanto a la agresión como a su papel y a la actitud de las
víctimas, debido generalmente a que el acosador suele estar apoyado de un grupo
que sigue la conducta violenta, mientras que la principal característica de la
víctima es que está indefensa, no puede salir por sí misma de la situación de
acoso” (Díaz-Aguado, 2006, p. 17).
Los
espectadores.
Sobre
los espectadores, Dan Olweus indica que a los estudiantes que no participan en
las intimidaciones y que generalmente no toman la iniciativa, se les denomina
“agresores pasivos, seguidores o secuaces” (Olweus, 1998, p. 53). Lo anterior
interroga de manera imperativa a las investigaciones realizadas que han puesto
su mayor énfasis en los agresores y las víctimas, y han dejado de lado a este
actor que no en todos los casos puede ser tildado de “cómplice”, dado que de la
pasividad no se puede inferir una actitud de apoyo al agresor. Cabe entonces
preguntarse qué sentido les otorgan estos estudiantes tanto a la agresión como
a su papel y a la actitud de las víctimas.
Así, pues, como Dan Olweus lo señala, una conducta de persecución física y psicológica es considerada como característica importante del acoso escolar. Indica este autor que el acoso se puede entender como una agresión directa e indirecta a la víctima; “es indirecto cuando hay aislamiento social y exclusión deliberada de un grupo y directo cuando hay ataques relativamente abiertos a la víctima”.
Así, pues, como Dan Olweus lo señala, una conducta de persecución física y psicológica es considerada como característica importante del acoso escolar. Indica este autor que el acoso se puede entender como una agresión directa e indirecta a la víctima; “es indirecto cuando hay aislamiento social y exclusión deliberada de un grupo y directo cuando hay ataques relativamente abiertos a la víctima”.
Siguiendo
a Catherine Blaya, los diferentes tipos de acoso “pueden ser considerados como
factores de degradación del clima y de la calidad de las relaciones
interpersonales, en cuanto no solo afecta psicológicamente de forma seria a los
individuos, sino que estos, al sentirse mucho más vulnerables en todos los
aspectos, incluyen un factor social de riesgo al clima de las relaciones en la
escuela” (Blaya, 2005, p. 236).
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